lunes, 4 de marzo de 2019

"La caída de Gondolin": el final desde el principio



La Caída de Gondolin fue el primero de los relatos de la Primera Edad escritos por John Ronald Reuel Tolkien (1892-1973), muy probablemente durante el período de recuperación al que le obligó la fiebre contraída en las trincheras del Somme; una afección cuyas consecuencias le acompañarían el resto de su vida. Se trata del primer poema sinfónico de la mitología que quería dedicar a su país, Inglaterra. Esa versión primordial de la historia es la única que ha llegado a nosotros completa, y fue publicada en el segundo volumen de El Libro de los Cuentos Perdidos. Una versión comprimida fue escrita entre 1926 y 1930 para  que armonizase con el entonces muy cambiado Quenta Silmarillion.
En 1951 Tolkien comenzó a trabajar en un relato completamente remodelado, que llega a un abrupto final, y que Christopher Tolkien, albacea literario de su padre, incluiría en la publicación de Los Cuentos Inconclusos. Como fue tristemente habitual, se trata de otro relato inacabado, en el sentido de que el autor nunca dio por definitivo o terminado el resultado que llegaría a las imprentas. Christopher ha extraído la historia de La Caída de Gondolin de la mitología en que estaba entretejida, y ha narrado la historia siguiendo con la mayor fidelidad posible la mente de su padre, con la intención de ilustrar una parte del proceso a través del que este «Gran Relato» evolucionó a lo largo de varias décadas.
En esta obra chocan dos de los principales poderes del mundo. Por un lado está Morgoth, que encarna un enorme poder vengativo ejercido desde su fortaleza en Angband. Contra él se alza como su némesis Ulmo, el segundo en la jerarquía de poder de los Valar, seres espirituales creados por Eru, el Único. Trabaja secretamente en la Tierra Media para apoyar a los Noldor, el grupo de elfos entre quienes vivían los hombres Húrin y Túrin Turambar.

En el centro de este conflicto se encuentra la ciudad de Gondolin, hermosa y remota, escondida más allá de toda posibilidad de ser descubierta, que había sido construida y habitada por elfos Noldor que se rebelaron contra los poderes divinos y huyeron desde Valinor a la Tierra Media. Turgon, el rey de Gondolin, es el principal objeto tanto del odio como del miedo de Morgoth, que trata en vano de descubrir la ciudad, escondida por arte de una literal magia. En este mundo entra Tuor, primo de Túrin, como instrumento para hacer cumplir los planes de Ulmo. Guiado por él desde la invisibilidad, Tuor parte de la tierra donde nació y emprende un peligroso viaje en busca de Gondolin.
En uno de los momentos más fascinantes de la historia de la Tierra Media, Ulmo se persona ante él, emergiendo del mar en medio de una tormenta. En Gondolin Tuor crece en edad y sabiduría, se casa con Idril, y conciben a su hijo Eärendel. Hay en esta secuencia espaciotemporal una promesa de la redención interna, peculiar de un universo en el que el Creador no se ha revelado, ni encarnado, ni ha redimido a sus criaturas, pero que cuida de ellas por medio de una callada y oculta providencia a través de sus causas segundas. Tuor y su destino catalizan una incertidumbre que sólo será resuelta miles de años después, mostrando una vez más el modo en que los relatos míticos de Tolkien se entretejen de una manera misteriosa hasta el asombro.

Una obra de tal fuerza fue concebida, sin embargo, en remotos rincones de la mente y la inspiración, en los telares del alma, a partir del aliento filológico que está en la raíz de toda la invención tolkieniana: los idiomas y su evolución milenaria, y las diversas culturas que conviven en una cartografía compleja y fascinante.

Pero tiene esta obra también algo de despedida final, una especie de cierre del círculo, de esa estructura anular que parece asociada de manera intrínseca a la percepción general sobre Tolkien y su obra. Christopher Tolkien, sin duda la máxima autoridad en la hermenéutica de Beleriand y la Tierra Media, dedica el prólogo a explicar las razones de este último jalón editorial. Desde 1977, año en que publicó The Silmarillion, Christopher ha dedicado lo mejor de sus esfuerzos a editar y comentar los miles de páginas elaboradas por su padre a lo largo de sesenta años, buceando entre versiones distintas, en prosa y verso, de relatos mitológicos y épicos, de poemas y obras ensayísticas, de canciones e innumerables elaboraciones idiomáticas. La caída de Gondolin es, desde esta perspectiva, también una obra casi póstuma del propio Christopher Tolkien, el último jalón de un hermoso legado, ante cuya lectura el lector habitual de este universo mítico probablemente no pueda evitar cierta sensación de nostalgia y despedida; una impresión que parece la marca registrada de cuanto alumbró la pluma de Tolkien.
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Ilustraciones: 1. Cubierta de la edición en español, Alan Lee. 2. La llegada de Tuor a Gondolin, Ted Nasmith. 3. Ulmo y Tuor, John Howe. 4. Anagrama de J.R.R. Tolkien.
La síntesis argumental está tomada, con ligeras variaciones, de la nota de prensa distribuida por Minotauro.