jueves, 10 de abril de 2014

De franquicias sin franqueza

 
Un día cualquiera, en un Burger King, a esa hora en que empieza a haber aluvión de clientes. Sirven dos personas; una de ellas atiende sólo el Auto King. La otra está sola en el mostrador, y no se maneja muy allá: es lenta, y es posible que no muy experta. El encargado, simplemente y sin mala fe, "pulula". Hacemos el pedido tras una excesivamente larga espera a falta de una mínima diligencia. Cuando lo sirven, tras otro tanto, faltan muchas cosas, y se han servido otras por error en cantidad o contenido.

El buzón donde se puede emitir la valoración del servicio que, de manera ridícula, se limita a sendas ranuras para el verde o el rojo, está colocado en un lugar donde es imposible una mínima intimidad. El voto, además, es un tique sin lugar para matizaciones, sugerencias de mejora o comentario alguno.

Las personas que nos han atendido, se nota, no han sido formadas para esa tarea. Se ve que tiene más buena voluntad que capacidad, y que han sido contratadas más que posiblemente según criterios que nada tienen que ver con un servicio público, sino con el interés del franquiciado.
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Así que decidí no depositar mi triste tique de voto: porque lo más probable es que al aparecer en la casilla roja, sin paliativos, se aplicase un injusto pescozón a los camareros y no, como es y fue mi deseo, al jefe. Así que tomamos nuestros menús con más pena que gloria; y se perdió la enésima oportunidad de mejorar siquiera un poquito.

Al menos tiramos nuestra propia basura en las papeleras.