martes, 9 de julio de 2019

Ayunos de sencillez

Leo en el diario Ideal de Granada una (gracias a Dios) breve columna de lo que, parece, debería ser gastronomía. La firma un tal Pablo Amate. Parece ser también que el tal es una figura en el mundo de la crítica culinaria, uno de los muchos ámbitos en los que el sentido común ha decaído a la par que el postureo y los complejos se han apoderado de las cocinas. Volveré luego a ese asunto, siquiera brevemente.

La columnita dice así: "Ratatouille, pisto a la francesa". No se sorprendan. Hoy hago de crítico de cine. Esas personas que ponen fatal a las películas que nos gustan a la mayoría. La cinta de Disney [sic] toma nombre de un plato típico francés. El cual probé hace 38 [sic] años en [sic] mi estancia en el mítico pueblo marinero de Saint Tropez. Es como un pisto, pero en galo. La película es entrañable, salvo por el protagonista principal, una rata. Que por muy simpática que aparezca en el film, no es la imagen adecuada para mascota de un cocinero y una cocina. Son animales que transmiten graves enfermedades y contaminan los alimentos. Tenía este comentario pendiente, pues crea una peligrosa imagen para los niños".


Hasta aquí el despropósito. Confieso que he tenido que leer dos veces la cascada de estupideces, para cerciorarme de que algo así ha recibido el nihil obstat antes de ser publicado en los diarios del grupo Vocento. Por una parte, la columna está mal redactada (subordinadas de relativo que son un insulto a la sintaxis, un complemento directo trocado en indirecto), o errores como el uso de un numeral en dígitos. Por otra, y no contento con eso, el señor Amate se sirve un comentario tan fatuo como insulso, tan simplón como lo es reducir una obra de arte cinematográfico a un aviso del ministerio de sanidad para usuarios compulsivos de esmartfoun. El señor Amate "tenía este comentario pendiente". Ahí es nada. No nos lo quiso ahorrar. Era imprescindible; la sal de nuestro día de hoy. Y habrá cobrado por esta dosis de estulticia en forma de "crítica de cine", no lo duden. Pero en su iluminadora reseña, en su impúdica muestra de falta de salero, ha olvidado la mejor secuencia de esa obra mayor: aquélla en la que Anton Ego se redime a través de la humildad y el cada vez más extraño sentido común. Ved, y repasemos:

https://www.youtube.com/watch?v=UcN82FoHK0A


Es una pena que el mundo de la gastronomía haya sido convertido por algunos lumbreras aprovechados en una hoguera de vanidades, una suerte de microcosmos regentado por gerifaltes hijos del autobombo, que se adulan unos a otros mientras rizan el rizo como dignos herederos de aquel emperador escarnecido en el cuento de los Grimm por nada menos que un niño. Y mientras las noticias nos siguen trayendo de vez en cuando el eco de grandes chefs que se bajan del carro estrellado de Michelin y sus secuaces, permanece el espíritu de esa sencilla y poderosa pasión en que consiste dar de comer al hambriento.