Vita Sackville-West como origen de Lobelia Sackville-Baggins
(…) peccaui, fateor: uincor. Nunc hoc te obsecro, / quanto
tuos est animu’ natu grauior, ignoscentior, / ut meae
stultitiae in iustitia
tua sit aliquid praesidi
—Terencio, Heautontimoroumenos,
644-646
Cualquier lector de El Señor de los Anillos recuerda bien a
los avariciosos parientes de Bilbo y Frodo, Otto y Lobelia Sacovilla-Bolsón. En
la senda de la mejor tradición dickensiana, Tolkien inventó una galería de
secundarios perfectamente caracterizados por el binomio que forman las palabras
y los modos de obrar de los personajes; lo que Aristóteles llamó praxéos mímesis[1].
En su forma original, el apellido "Sackville" ha sido objeto de una breve pero provocadora atención por parte del profesor Thomas A. Shippey[2].
En efecto, este gentilicio, que remite a una forma afrancesada —por
tanto, no
autóctona de Inglaterra[3]—
sólo es objeto de análisis dos veces en el imprescindible ensayo The Road to Middle-earth, donde se lo
considera “una anomalía” en lengua inglesa y, sobre todo, un juego conceptual,
tan del gusto de Tolkien. Dicho de otro modo, es un chiste de filólogos metidos
a cuentacuentos.
Pero, ¿cabría ir un poco más
allá? En estas breves líneas aventuraré mi propia hipótesis. Una propuesta
diletante para el perezoso tiempo estival.
***
En un breve artículo publicado en
2017, Verlyn Flieger considera que el apellido ‘Sackville-Bagginses’ es, en su
primera mitad, “a nod to Bloomsbury aesthetes”[4].
Pero, ¿qué y quiénes eran estos estetas de Bloomsbury? El Círculo de Bloomsbury
fue un grupo heterogéneo en cuanto a la dedicación profesional de sus miembros,
que compartían el desprecio por la religión, la moral victoriana y el realismo,
con su ideología liberal concomitante, y que como bloque ideológico defendía un
humanismo de tejas abajo donde predominasen la importancia de las relaciones
personales y la vida privada. En el ámbito social propugnaban el rechazo de los
hábitos burgueses y la búsqueda del placer personal. Por último, en la esfera
política mantenían posiciones izquierdistas y beligerantemente feministas, y en
cuanto a las artes plásticas preferían la forma significante tal como la
entendió el postimpresionismo.
El círculo de Bloomsbury estuvo
integrado por Virginia Woolf, Clive y Vanessa Bell, Edward Morgan Forster,
Roger Fry, John Maynard Keynes, el famoso economista, Desmond MacCarthy, Duncan
Grant, Lytton Strachey y Leonard Woolf.
A menudo se ha hecho hincapié en
las radicales diferencias entre este grupo y aquéllos a quienes se ha dado en
llamar los cristianos de Oxford, los Inklings[5].
Mi objetivo aquí no es entrar en el análisis de la raíz de esas profundas discordancias
(pues eso fueron), sino tan sólo detenerme en una anécdota que puede arrojar
cierta luz sobre el personaje de Lobelia Sackville-Baggins, a modo de hipótesis
nada seria.
Sabido es que Virginia Woolf
estuvo enamorada de Vita Sackville-West, una aristócrata que en el momento de
conocer (y corresponder) a la célebre escritora, ya había alcanzado cierta
notoriedad no sólo en el ámbito de la alta sociedad británica, sino también
como novelista, poetisa y diseñadora de jardines[6].
Es digno de mención, a este respecto, el maravilloso jardín de Sissinghurst
Castle, la así llamada Knole House que los antepasados de Vita habían recibido
(y heredado de generación en generación) de la mismísima reina Isabel i. Vita y su marido lo habían diseñado
para su apertura al público, y Virginia Woolf se inspiraría en su visita a este
magnífico lugar, y en su anfitriona, para redactar su novela Orlando. A Biography, publicada en 1928.
Era notoria, también, la atención casi maniática que Vita Sackville-West dedicaba
a los mínimos detalles que atañían al cuidado de la casa. Entre otros, la
plata.
Parece
plausible hasta cierto punto que Tolkien conociese estos ecos de sociedad. 1928
es, además, un año clave para la subcreación tolkieniana: lee Poetic Diction, una obra publicada ese
mismo año por otro inkling, Owen
Barfield, que —según reconoció el propio Tolkien— cambiaría radicalmente sus
ideas sobre el valor de la metáfora como constituyente de sentido, como elemento
constructor de mundos posibles. Esas nuevas ideas sobre la metáfora y la
palabra (mito)poética aparecen ya en The
Hobbit, en especial en la escena en que Bilbo baja por primera vez al cubil
de Smaug y se queda literalmente sin palabras ante la visión que se despliega
ante él[7].
Cuando, a la vista del éxito de
ventas, los editores pidan a Tolkien una continuación para The Hobbit y él no sepa inicialmente cómo proseguir, comenzará una fase
primitiva (una especie de período ur-) de redacción de lo que llegará a ser The Lord of the Rings. A mi juicio, este
período abarca desde septiembre de 1937 a la primavera de 1938. Durante esos
meses Tolkien barajó posibles líneas de evolución argumental que se plasmaban
en un viaje de huida de Hobbiton, pero sin un rumbo claro[8].
La raíz de esa desorientación tenía que ver con un hecho simple pero radical:
por entonces Tolkien desconocía aún que el anillo de Bilbo era en realidad el
Anillo de Sauron. Por tanto, echó mano de personajes, situaciones argumentales
y atmósferas que constituían lo que en otro lugar he llamado sus “creaciones de
ámbito doméstico”, y que abrazan el arco temporal comprendido entre 1920 y
1937: desde Bombadil a Gollum[9].
En este preciso contexto, la semejanza
entre Vita Sackville-West y el personaje de Lobelia Sackville-Baggins podría
proceder de un simple juego semántico lleno de ironía y ágil sentido del humor:
una heredera despechada que, en vista de que no va a poder tomar posesión de Knole
House/Bag End (Bolsón Cerrado, el cul-de-sac,
la villa en el callejón sin salida que será el hogar de Frodo), rebusca en los
cajones las migajas herrumbrosas de una herencia: la colección de cucharas de plata
que Bilbo ha dejado como regalo para ella con toda la intención del mundo, como
un amable tirón de orejas, como una broma entre familiares hobbits.
Obrando así, con esta broma
filológica salida de la mente de un cuentacuentos genial, que conocía perfectamente
el lenguaje porque “había estado dentro” de él —como afirmaría años después
Clive Staples Lewis—, aventuro que Tolkien estaba tomando el pelo también a
aquellas personas del círculo de Bloomsbury en quienes confluía un elenco de
visiones antitéticas, tanto de la vida como del arte, en profundo contraste con
las que servían de common ground para
los Inklings.
Si tenemos en cuenta que Tolkien
era persona muy bien informada, que estaba al día de la actualidad política,
nacional e internacional del momento —como atestigua su afición a la radio
(sobre todo durante los años de la ii
Guerra Mundial) o sus periódicos, a menudo el soporte donde diseñaba sus
heráldicas imaginarias—, ¿por qué no aceptar como posible que en esas mismas
páginas hubiese leído las crónicas de sociedad de la época, antes o después de
resolver los crucigramas y las sopas de letras, y que viese en Lobelia un modo
de dar salida a una creatividad escapista subliminal, por llamarlo de algún
modo?
[1] Aristóteles,
Poética 1449b24, ó 1450a3-4, entre
otros. Madrid: Gredos 1992. Trad. de Valentín García Yebra.
[2] T.A. Shippey,
The Road to Middle-earth. London:
George Allen & Unwin 1982. (Edición en español, El camino a la Tierra Media. Barcelona: Minotauro 1999). He citado las
referencias al término ‘Sackville’ siguiendo la edición revisada, Boston:
Houghton Mifflin 2003, pp. 72 y 96. En la edición española esas referencias
corresponden a las páginas 96 y 120. En ambos casos la explicación del autor se
centra en el sentido etimológico y semántico del término, para desarrollar la
idea de que, en el hiato entre la publicación de The Hobbit y la redacción inicial de The Lord of the Rings, la imaginación de Tolkien estableció las
líneas de fuerza del argumento a partir de la elaboración de los gentilicios de
la Comarca como juegos conceptuales sutiles y divertidos.
[3] Es decir, una lengua cuyas raíces
había que buscar antes de 1066. A partir de la invasión normanda el anglosajón
experimentaría un progresivo “afrancesamiento”, al menos hasta el renacimiento
del inglés impulsado por Chaucer o Langland en el siglo XIV. Sabido es que Tolkien prefería el anglosajón al resto de los estadios evolutivos del inglés —desde luego, al inglés moderno—, y que sus profundos conocimientos de la historia de ese bello idioma, su connaturalidad stricto sensu con el inglés antiguo, lo empujaban amablemente a escoger la más arcaica de las formas posibles de decir o escribir un término.
[4] V. Flieger,
“A Note on a Name”, en Mythlore vol.
36, nº 131 (Fall 2017) pp. 204-207: https://search.proquest.com/docview/1977272817?pq-origsite=gscholar
(consultado en julio de 2019).
[5] Además de los excelentes estudios de
Chesterton sobre los estetas, en libros diversos, y que incluyen sus biografías
de artistas y escritores de su época (A
Handful of Authors, por ejemplo), existe una bibliografía abundante y digna
de estudio a este respecto: P. y C. Zaleski,
The Fellowship. The Literary Lives of the
Inklings. New York: Farrar, Straus and Giroux 2015; D. Glyer, The Company They Keep. C.S. Lewis and J.R.R. Tolkien as Writers in
Community. Ohio: The Kent State University Press 2007; M.P. Farrell, Collaborative Circles. Friendship Dynamics & Creative Work.
Chicago: The Chicago University Press 2001; o C. Duriez, The Oxford
Inklings. Lewis, Tolkien and Their Circle. Oxford: Lion Books 2015. Han
sido publicados también artículos en revistas especializadas; pero los citados
son, hasta donde llega mi conocimiento, los libros en los que esta relación más
bien dialéctica es tratada en el contexto de la visión de ambos grupos (si es
que la había, y si es que los Inklings eran algo más que un grupo de amigos)
sobre la belleza y la vida.
[6] Es bien conocida la sólida preparación que Tolkien poseía en cuestiones de botánica. ¿Será el nombre “Lobelia”, una hermosa
flor azul perteneciente al género de las lobeliáceas o de las campanuláceas,
otro guiño literario a esta aristócrata? Probablemente no. Pero recuerde el lector
que esto es tan sólo un juego filológico, y sea compasivo.
[7] Cfr Cartas
de J.R.R. Tolkien, (H. Carpenter y C. Tolkien, eds). Barcelona: Minotauro
1991, n. 15, p. 32. Es lógico
pensar que el contenido del libro hubiese sido objeto de discusión en las
tertulias de los Inklings mucho antes de llegar a la imprenta, y que su
influencia fuese trasladada mitopoéticamente por Tolkien a esta escena como un
concepto sobradamente remansado.
[8] Cfr J.R.R. Tolkien,
El retorno de la Sombra. Barcelona:
Minotauro 1993, pp. 21-289.
[9] De todos modos, no seré yo quien aventure
una cronología precisa para algo que, en definitiva, se desarrolla como el
proceso de maduración interior de ideas escritas y reescritas mil veces, del
papel de la sinuosa y volátil inspiración, y de múltiples decisiones tomadas en
ocasiones a regañadientes. La tarea de escribir, cuando es verdadera, radical,
no puede ser reducida a cronogramas.
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Pies de foto: Vita Sackville-West y Virginia Woolf; un rincón de los jardines de Knole House; algunas cucharillas de plata (no son de Bolsón Cerrado, pero datan de la época de Jorge III, nada menos); y Lobelia Sackville-Baggins encarnada por Erin Banks en The Hobbit (Peter Jackson, 2012-2014).