lunes, 1 de mayo de 2023

Buena Fortuna

Hernán Díaz, Fortuna: Barcelona, Anagrama 2023 (Trust: New York, Riverside Books 2022)

Esperaba más de esta obra notable tras haber leído el año pasado A lo lejos, primera novela del autor (In the distance, 2017). La razón de tal expectativa hundía sus raíces en mi gusto personal por la narrativa estadounidense contemporánea —la que arranca con Stephen Crane o Theodore Dreiser—, y en especial por la obra de Cormac McCarthy, Tobias Wolff, Richard Ford, Michael Bishop, Robert Olmstead o John Williams, entre otros. En la senda de los grandes narradores norteamericanos cuyo abuelo y mentor es Mark Twain, A lo lejos mostraba, en fondo y forma, una atractiva reinvención del wéstern, subgénero literario que resurge de manera paralela a los modos renovados en que, aproximadamente a partir de 1990, el cine ha regresado al territorio de la epopeya norteamericana por antonomasia. La narración en tercera persona era el vehículo preciso para otorgar al texto una fuerza descomunal, casi arquetípica en lo que se refiere a la delineación de temas de honda raigambre antropológica.

Fortuna 
es, pienso, un experimento literario. Debe ser leída como un rompecabezas. La novela está dividida en cuatro bloques, que constituyen la narración de manera acumulativa: cada parte completa y matiza la anterior como en un sutil juego de espejos, de suerte que en la mente del lector se va fraguando la visión completa del cuadro que Díaz construye, un retrato a la vez del microcosmos de los protagonistas, en el marco más general de la crisis económica de 1929. Como experimento narrativo al estilo de Henry James, William Faulkner o Wilkie Collins, la novela es consistente, y la narración avanza de manera eficaz. Está bien construida, aunque creo que hay ciertos desequilibrios propiciados, sobre todo, por los cambios en la voz narrativa. La narración completa no se resiente en exceso, pero los cambios de focalización lastran la fuerza dramática del conjunto.

De las cuatro partes que forman la novela me quedo con la primera, una novella por derecho propio que, en su brevedad, recuerda el tono intimista de esa obra maestra que es Stoner, de John Williams. Es curioso, aunque revelador, que en esta primera parte la narración sea desarrollada en tercera persona, quizá el tono que habría otorgado más fuerza y profundidad a la novela completa.

Pero también es muy posible que yo esté equivocado, y que me esté dando demasiadas ínfulas en esta reseña. Así pues, lector, trust your instinct.